Coge el móvil y enciende la pantalla. Abre la cámara frontal. Colócate en la posición correcta y asegúrate que se ve la mejor parte de tu habitación. En estos años has acumulado figuras, peluches y otros objetos más decorativos que útiles. Algunos fueron regalos y, otros, compras que has realizado por tu cuenta, como aquel cojín con la forma de labios rojos de mujer. Tienes una habitación preciosa y quieres que el mundo lo sepa.
Procura que también se vea tu
colección de películas. Tus seguidores deben saber cuáles son tus gustos y se
alegrarán de tener algo en común contigo. ¿A quién no le gusta el cine?
Acomódate el cabello, otro de tus
grandes logros. Has estado cerca de media hora arreglándotelo el cabello frente
al espejo. Eres un maestro de cepillos y lacas. Te peinaste de la mejor manera
para luego removerlo y mojarlo de nuevo. Al final conseguiste el efecto que
deseabas, aseado y natural. Tus seguidores pensarán que éste es el aspecto con
el que te levantas cada día. Siempre preparado, siempre guapo y siempre
perfecto. Es la imagen que quieres dar.
La imagen de las redes sociales.
Sonríe para la foto. Puedes
sentir cada nervio de tu cuerpo trabajar para que la sonrisa sea sincera.
Haz la señal de la paz con la
mano libre e inclina ligeramente la cabeza. A tus seguidores les gustará la
expresión caricaturesca. Les hará mucha gracia. Les recordará a los divertidos
dibujos que veían cuando eran pequeños.
Pa-ta-ta. Pronuncia cada sílaba mentalmente como si fuera una
cuenta atrás. Ellos no pueden oírte, pero te resultará más fácil si evitas
hablar en voz alta.
Toma la foto.
Escoge el mejor filtro. Corrige
el brillo del flash del móvil y el molesto reflejo rojo de los ojos. Te ha
quedado una foto ejemplar, de las mejores que has hecho nunca. Podría estar en
museo. Debería estar en museo.
Súbela a tus redes sociales,
todas las que tengas. Pon un titular en la foto, una de esas muchas frases
vacuas con la quedarías bien utilizándolas en cualquier contexto: Hoy es un buen día. Aburrido en mi
habitación. Un día como otro cualquiera.... Esa última es muy buena. Es la
que eliges finalmente.
Ya puedes dejar de fingir.
La sonrisa de caricatura se
desvanece de tu rostro. La expresión que queda es de absoluta neutralidad. Las
arrugas de expresión, aquellas que hablaban a tus seguidores sobre todo aquello
que te hace sonreír en un día tan agradable como lo es hoy (un día como otro
cualquiera), se han convertido en finas líneas que han decidido callar.
Túmbate en la cama de la
habitación con el móvil en la mano; es tu momento de descanso. Ojea las
diferentes redes sociales. Contabiliza los me
gustas (likes, si utilizamos el debido vocabulario) y las compartidas. Instagram es tu red social
preferida a la hora de subir fotos porque la reacción de tus seguidores suele
ser inmediata. ¡Felicidades! A los pocos segundos has conseguido más de veinte likes y un primer comentario.
Qué contento estás jajajaja. El seguidor adjunta tres emoticonos de
hombre llorando de risa.
Una sombra de sonrisa se asoma en
tu rostro. No durará mucho tiempo.
El comentario pertenece a un buen
seguidor; lo reconoces de haberlo visto en otras de tus fotos. Dale like al comentario porque es lo
considerado. Responde pensando en el visionado que tendrá tu respuesta, no en la
reacción del seguidor. Ni siquiera sabes quién es. Nunca lo has visto en
persona y si te dijeran su nombre, fuera de las redes sociales, serías incapaz
de reconocerlo.
Hoy es un buen día para estar contento!!!!
Pon muchas exclamaciones, pero
solo las suficientes. Tus seguidores ahora saben lo contento que estás, lo
perfecta que es tu vida de ensueño.
Mientras escribías la respuesta a
tu seguidor, la foto ha reunido casi cincuenta likes y siete comentarios nuevos, muy parecidos al primero. Los
lees atentamente, sin la intención de contestarlos a todos. Debes transmitir la
imagen de una persona ocupada. Tus seguidores entenderán que no tienes tiempo
de contestarlos a todos, solo al primero que comente y, quizás también a los
siguientes dos, en el mejor de los casos.
Un comentario te hace parpadear. Ha
conseguido penetrar en la infranqueable expresión de neutralidad. Tus labios
tiemblan y sientes un ligero picor en las mejillas. Son las arrugas faciales,
gritándote todo aquello que callaron.
Por primera vez empatizas con la
frase: el corazón me va a mil.
Cálmate. Toma aire. Respira
lentamente. Tómate el tiempo que necesites para volver a la normalidad.
Pareces muy feliz. Y el emoticono del corazón rojo.
Lees de nuevo el comentario y repites
la maldita palabra. Pareces. No lo
pareces, lo eres. Esa es la imagen que quieres dar. Eres feliz y quieres que
tus seguidores sepan lo feliz que eres.
ÉL no ha descubierto nada. Es
estúpido pensar eso, así que no te hagas esa pregunta. Te estás martirizando.
No lo hagas más. La sonrisa de la foto ha sido perfecta, de libro, y
conseguiste enfocar la mejor parte de tu habitación, envidiable por tus seguidores.
Eres feliz. Repítetelo
mentalmente. Eres feliz. Soy feliz. Hazlo una vez más. Y otra más. Las que
necesites. Eres muy feliz y tienes una vida perfecta. Nadie te puede decir lo
contrario. Nadie tiene motivos de pensar lo contrario.
Pero mis palabras no te
convencen. Te levantas de la cama, inquieto. Caminas en círculos y te haces las
preguntas que te he ordenado que ignores. Piensas que ÉL lo sabe. La maldita
palabra pareces delata al supuesto
seguidor. La sonrisa ha sido fingida y no has visto ninguna de las películas
que acumulan polvo en la estantería de tu habitación; su utilidad es únicamente
decorativa, al igual que las figuras, peluches y el cojín de los labios rojo de
mujer. Muchas de estas películas ni siquiera te gustan, las conservas porque
las necesitas. Necesitas rellenar los huecos de la estantería para mostrar a
tus seguidores que tienes una plena e interesante. Ellos no seguirían a una
persona vacua. Prefieren darle los preciados likes a aquellas personas con las que comparten gustos y aficiones.
Tienes dos películas de Tarantino en la estantería porque sabes que a mucha
gente le gusta ese director; tú, en cambio, lo odias. Crees que sus películas
son pretenciosas y arrogantes.
Y ÉL lo sabe.
Pareces muy feliz. Parece que te
gusta Tarantino. Parece que te gusta los figuras Pop. Parece que te gusta tu
habitación. Parece que tienes una vida perfecta.
Detente. Déjalo ya. Estás
empezando a enfadarme y sabes lo mal que lo pasas cuando me haces enfadar.
Recuerda qué paso la última vez. Cálmate, somos un equipo. Tú te encargas de
sonreír y yo me ocuparé de que les gustes a todos.
Recoge el móvil. Lo has dejado en
la almohada. Enciende la pantalla y abre Instagram. La foto tiene más de trescientos
likes, casi setenta compartidas y veinte comentarios. Falta
poco para superar nuestro record personal. No entres a leer comentarios.
Obedece.
Una foto ha causado este embrollo
y otra foto lo solucionará.
Haz la cama. Estira bien las
sábanas para que no haya ninguna arruga. Debe estar perfecta. Guarda el adulto
despertador negro y saca el despertador de Garfield que guardas en el cajón. Te
lo regalaron en tu sexto cumpleaños. El detalle infantil del despertador
divertirá a tus seguidores. La mayoría de comentarios se enfocarán en el
despertador.
Abre las cortinas del cuarto. Tu
ventana da al patio de vecinos. No tienes lo que se dice unas vistas privilegiadas,
pero no importa porque ellos no las verán. Desde la cama solo enfocarás el
marco de la ventana y una parte del cristal. Utilizarás un filtro de luz
brillante y no se verá más allá del cristal de la ventana. Tu habitación podría
estar en cualquier lugar, incluso ese paisaje paradisiaco con el que sueñan
vivir tus seguidores. Ahí es donde deben creer que vives.
Túmbate en la cama, encima de las
sábanas. Tu cabeza debe estar justo en medio de la almohada. Colócate bien.
Espalda erguida y hombros perfectamente alineados. Recuerda: una pose natural,
pero sin parecer forzada.
Sonríe. Ha sido un día duro.
Estás agotado. Tú vida es fascinante. Es agotador tener una vida tan perfecta
como la tuya.
Pa-ta-ta.
No ha salido bien. Has
parpadeado. Repite la foto.
Otra vez. El viento ha movido la
cortina, rompiendo el encuadre.
Pa-ta-ta.
No has sonreído lo suficiente.
¿Pareces feliz o lo eres? Contesta. Lo eres. Eres muy feliz y tienes una vida
perfecta.
Pa-ta-ta.
Ahora sí. Esta foto es incluso
mejor que la primera. Me gusta el añadido de tener la boca entreabierta, denota
fatiga y, a la vez, plenitud, como si hubieras logrado cumplir las tareas que
te has marcado para este día y por fin pudieras acostarte a descansar. Lo has
hecho muy bien.
Selecciona el filtro que te
mencioné y amplía el contraste hasta que el cristal del espejo parezca una
vidriera de fantasía. ¿Qué habrá al otro lado? Esa pregunta pertenece a tus
seguidores.
Sube la foto. Solo a Instagram,
por ahora, allí es donde te han hecho el dichoso comentario. El título será
corto y conciso: Un duro día de trabajo.
Abandona la forzosa postura que
has adoptado. Puedes echarte a un lado de la cama, quitarte la camiseta y encoger
las piernas. Ponte cómodo, cómodo de verdad, y espera a las interacciones de tus
seguidores.
¡Guapo! Muchos corazones.
Me encanta tu pelo.
Qué gracioso el despertador de Garfield.
Ningún comentario pertenece al
seguidor que te dijo que parecías feliz. Puedes estar tranquilo. Deja el móvil
en la mesita, cierra los ojos y descansa.
Te agitas en la cama. Has
levantado la sabana con tus compulsivos movimientos. Algo te perturba. No
puedes dormir. Eres como un niño que ha hecho una travesura y sus
remordimientos le impiden descansar. La diferencia es que tú ignoras que has
hecho mal. Primero piensas que es por culpa del dichoso comentario, pero debes
confiar en mí. Solucionamos el conflicto con la segunda foto. Más tarde,
después de haberte girado al lado derecho de la cama para luego regresar al
izquierdo, recuerdas que no has contestado a ninguno de los comentarios de la
segunda foto ni les has dado like. La
costumbre es contestar siempre al primero, es un premio, una recompensa por
interactuar tan rápido con tu contenido. Sin embargo, pronto retiras la idea.
El título de la foto anunciaba que estabas muy cansado. Tus seguidores lo
comprenderán si no contestas.
Despiertas de un sobresalto. Tus
ojos son dos lunas de metal. Terminas descubriendo que es lo que te impide
descansar. El sol todavía no se ha puesto. ¿Cómo vas a ir a la cama si son las
siete de la tarde?
Además, hacia menos de quince
minutos que subiste la primera foto.
Te asomas por la ventana como si
pudieras espiar a tus seguidores a través del cristal. Alargas el brazo y dejas
caer la mano derecha sobre la mesita. Tu mano se mueve como una estrella de
mar, buscando a tientas el móvil. No te atreves a mirarlo directamente. Tienes
miedo de las notificaciones que saldrán, los comentarios de tus seguidores.
Me necesitas. Necesitas mis
instrucciones y mi valentía para poder dirigir los ojos a la pantalla del
móvil.
Hacer una foto es muy cansado. Tres emoticonos de hombre llorando
de risa.
Es muy pronto para ir a la cama.
Todavía es de día. ¿Hoy no hay película? Emoticono de palomitas.
Y el comentario que más te hace
enfurecer.
Pareces muy cansado. Emoticono de media luna.
Éste último comentario pertenece
a la misma persona que comentó “Qué
contento estás jajaja” en la primera foto. Se suponía que él era un buen
seguidor. Su comentario lo recibes como una traición, es el que más te hiere.
Tomas consciencia del segundo
error. Llevas puestos los pantalones de la calle y en foto también habías
llevado la camiseta de calle, la misma que te quitaste para dormir. Deberías
haberte puesto el pijama. Eso ha sido un gran fallo. ¡Un fallo horrible!
Descargas tu ira dando un puñetazo
al colchón. Estás enfadado conmigo. Piensas que me precipité a la hora de
planear la segunda foto.
Recuerda somos un equipo y yo soy
tú. Una línea de pensamientos enfocada a las redes sociales. Analizo las
opiniones de tus seguidores, sus gustos y disgustos. Yo fui quien te dijo que
las películas de Tarantino están de moda y quien te aconsejó conservar el
despertador de Garfield pese a los años. Debes confiar en mí. Debes confiar en
ti.
Revisas la segunda foto. Tus
seguidores no pueden apreciar cómo vas vestido. No se ve nada de hombros para
bajo. Un fallo menor.
Y el título tampoco llega a ser
un error fastidioso. Acabas de llegar de trabajar. Diremos eso. Tus seguidores
desconocen tus horarios. Responde al primer comentario que te hicieron. Guapo.
Guapa tú. Misma cantidad de corazones rojos.
Y ahora al comentario de las
películas. ¿Hoy no vas a ver una
película?
Hoy he salido más tarde del curro y estoy agotado, otro día será. ZZZ. Las Z simboliza que te estás
durmiendo.
Ahora, da like a los comentarios de tus seguidores. Solo a los que has
contestado directamente y al que ha escrito la odiada palabra pareces. No le guardas rencor.
Piensas que mis estrategias no
funcionarán. Piensas que el seguidor causante de tus conflictos volverá.
Piensas que tú credibilidad en las redes sociales ha sido dañada por culpa del
seguidor de la palabra pareces, en
primera instancia, y por la mía, en menor proporción.
Te empieza a doler la cabeza. Un
martilleo incesante que te hace vacilar en el sitio. Te llevas una mano en las
sienes y masajeas los focos de dolor. Con la otra sostienes el móvil. No te
atreves a soltarlo. Crees que el mal no ha sido remediado. No confías en mí.
Ves otros errores menores: No
pusiste en hora el despertador de Garfield, no limpiaste la mesita de polvo, el
cabecero de la cama tiene una muesca de desgaste que podrías haber ocultado con
la almohada….
Tus seguidores no han mencionado
nada al respecto, pero piensas que se han dado cuenta. Que creen que tu vida no
es tan perfecta como quieres mostrar porque la madera del cabecero de la cama
tiene una muesca.
Y el dolor de cabeza se
intensifica. Bajas las persianas y, para mayor seguridad, corres la cortina. La
luz es el enemigo natural de las migrañas. Buscas en el cajón de la mesita la
tableta de Paxipam®. No recuerdas dónde lo has puesto. Me preguntas a mí,
porque te lo escondí la última vez.
Desmontas los cajones de la
mesita y rebuscas entre la ropa interior. No encuentras las pastillas.
Te quedas parado. Buscas la calma
moviendo la mano derecha como si estuvieras tocando un instrumento de cuerda
con solo esta mano.
Pareces nervioso. Pareces asustado. Pareces que estás sufriendo un
ataque de ansiedad.
Haces memoria. El último día que
recuerdas haber visto la tableta de Paxipam® fue…. Cierras los ojos y niegas
con la cabeza. Pero es demasiado tarde. Te lo advertí. No debiste haberme hecho
enfadar. Ahora, estás recordando.
¿Cuántas pastillas fueron?
Muchas. Te tragaste todas las que te ordené. Fueron más de diez. Te caíste al
suelo. Padeciste convulsiones y echaste espumarajo por la boca. Nadie se
preocupó por ti. Nadie supo qué te pasaba. Debiste haber hecho una foto, así
alguno de tus seguidores podría haber comentado que pareces enfermo.
No lo pareces, lo estás. Lo que
crees que es una simple migraña que regresa en los momentos de frustración, es
en realidad un tumor cerebral. Las alucinaciones y los múltiples ataques que
has tenido son algunos de estos síntomas. Si hubieras ido al médico te lo
habrían detectado a tiempo. Pero la foto en un hospital causa mala imagen; no
está acorde con la vida perfecta que quieres mostrar.
Ahora sufres las consecuencias de
tu desobediencia. Te dije que te tranquilizases, que todo está bajo control. El
dolor que sientes, la bomba nuclear que ha explotado en tu cabeza, es obra tuya.
Aun así, soy compasivo contigo.
Ve a la estantería. Detrás de la
colección de libros que nunca has leído se encuentra una caja de zapatos.
Ábrela. Ves las medicinas. Pensé en esconderlas para que no tengamos otro
accidente. La anterior vez tuviste suerte, un vecino te escuchó gritar y llamó
a la policía.
Hoy no tendrás la misma suerte.
La tableta de Paxipam®. Coge una
pastilla, trágala. Abre la boca y enséñame la lengua. Ahora, haz lo mismo con
una segunda pastilla y una tercera. Si no obedeces, tu cabeza estallará en
pedazos. Cuatro, cinco y seis pastillas.
Es la vida perfecta, la vida con
la que sueñan todos tus seguidores. ¿A quién no le gustaría atiborrarse a
pastillas cada vez que se sufre una crisis nerviosa? Es la última moda entre
los actores Hollywood y los influencers
de las redes sociales.
A ti. A ti no te gusta tomar
pastillas. Regresas a la cama y enciendes el móvil. Abres Instagram, la opción
de abrir directo. Ignoras todas mis señalas de advertencia, el dolor de cabeza
incesante y el hilo de baba gris que asoma por tus labios.
Veo cuáles son tus intenciones.
Deseas hacerme callar, destruirme. Sigues sin creerme. Sospechas que conspiro
contra ti. Por alguna razón que solo tú llegas a comprender, crees que te estoy
matando.
Eres desobediente, pero mi
castigo no es desmesurado.
Seis pastillas son suficientes.
La última vez tomaste más diez, por eso sufriste el ataque. Seis pastillas solo
te harán dormir. No me equivoco. No hagas lo que estás pensando.
Con dificultades, pues tus manos son
ovillos de impulsos nerviosos, das al play.
Tus seguidores llegan en manada a presenciar en directo el bochornoso espectáculo que
estás dando. Tienes el cabello desecho, mugriento de sudor. La habitación está
destrozada, tu ropa interior esparcida por el suelo. Las pastillas han
paralizado la parte derecha de tus labios. ¿Es está la imagen que quieres dar?
¿Qué te ocurre?
Nos estás asustando.
Muchos emoticonos con la boca
abierta de preocupación.
Una minoría piensa que es una
burla, un adelanto a la fiesta de Halloween. Se ríe y adjunta imágenes de
calabazas y de fantasmas sonriendo.
Intentas hablar, confesar quién
eres en realidad y quién soy yo. Quieres decir que todo fue culpa mía. Que la
cabeza te duele. Que una voz imperativa te ha ordenado que tomes seis pastillas
para dormir. El único sonido que emerge de tu boca es un regüeldo ahogado en
saliva del color de las capsulas de Paxipam®.
Tus seguidores presencian tu
muerte lenta y agonizante. Se preguntan qué ha pasado. Parecía muy feliz en las
fotos.
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¡Ya está aquí! Tenemos nuevo relato de terror. ¿O quizás horror? No estoy seguro. El tema de las redes sociales está muy grillado en nuestros días, no es original y este relato no pasará a ser uno de mis favoritos. Sin embargo, tenía el capricho de escribir en segunda persona del presente y esta historia me venía como anillo al dedo. ¡Ha sido muy divertido! No es un tipo de narración fácil, pero sí muy divertida de escribir. Espero que os hayas disfrutado de la lectura tanto como yo escribiendo el relato.
No olvidéis comentar vuestras impresiones y compartir el relato en vuestras redes sociales favoritas.
Me ha gustado mucho. Soy fan de Lovecraft, Poe, y de todo lo que huela a terror. No conocía tu blog, me quedo de seguidora y te invito a que te pases por el mío si te apetece.
ResponderEliminarUn abrazo.
La pequeña comparación con los maestros Lovecraft y Poe es todo un honor jajaja. Me pasaré por tu blog a ver qué haces, no lo dudes.
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