Tendría como mucho ocho o nueve añitos y, por consiguiente, mi hermano tendría seis o siete. La cuestión es que éramos muy pequeños. Estábamos viendo Digimon Frontier en la televisión, ¿recordáis la serie? La cuarta temporada de Digimon trajo un concepto novedoso con respecto a las anteriores que no a muchos convenció del todo: ahora los niños elegidos se podían transformar en Digimons gracias a los espíritus sagrados. ¡Increíble! Las escenas de las transformaciones eran una auténtica pasada. Uno no podía evitar saltar encima del sofá y hacer la coreografía junto con los niños elegidos.
—¿Por qué gritan? —preguntó mi
hermano.
—Porque les duele —le dije.
Mira que habrán pasado años desde entonces y todavía me asombro de la respuesta que le di. ¡Justo en el clavo! Estoy muy orgulloso del niño que fui. No es por tirarme flores, pero ese niño era más inteligente que la mayoría de los adultos que he conocido a lo largo de mi vida.
¡Les duele! ¡Gritan porque les
duele! ¿Y qué es lo que duele? ¿La transformación en monstruos digitales?
Estáis muy equivocados. Crecer duele.
Takuya protagonista de Digimon Frontier |
La serie de Digimon, diría que en todas las temporadas (por lo menos las que yo he visto) trata sobre la madurez. Los niños protagonistas, gracias a la intervención de sus compañeros digitales, son conscientes de las responsabilidades que a esas edades tan tempranas no somos capaces de apreciar. En la primera temporada de Digimon es donde más se hace notar este tema. Los combates de los monstruos digitales no duraban apenas un par de minutos. El enfoque principal estaba en los niños. En cómo se relacionaban entre ellos, en grupo y con uno mismo en la intimidad. Un niño, por cuenta propia, no es consciente de estos sentimientos. Piensa en jugar y en correr y en saltar… Ahora no es momento de correr. Vamos a enfrentarnos a problemas serios, por favor, concéntrate. Tai se sacrificó para derrotar al malvado Etemon dando pie al mejor capítulo de toda su temporada. Todos recordaréis ese capítulo en blanco y negro amenizado con el Bolero de Ravel. En Digimon 02 tenemos el capítulo Pompas de Jabón donde Ken se enfrenta al trauma que causó la muerte de su hermano mayor.
Estamos hablando de temas complicados
para estas edades. Compromisos, relaciones, perdida de la identidad, depresión…
Crecer duele. Izzy aceptó ser un niño adoptado, Sora comprendió que su madre
actuaba de una manera dura porque le amaba, Matt aprendió a ser el hermano que
TK necesitaba.
Sin embargo, hay algo que duele
más que crecer y esto es descubrir que los niños que fuimos hace muchos años fueron
más maduros, inteligentes y, sobre todo, felices, de lo son los adultos que nos
hemos convertido.
He comenzado esta reflexión
hablando de una respuesta que le di a mi hermano cuando éramos unos críos. Si
hoy mi sobrino me hiciera esta misma pregunta, no respondería igual. Diría
cualquier tontería que mi sobrinito olvidaría en seguida. ¿Por qué?
Nietzsche dijo una vez: “La
madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la seriedad con la que jugaba
cuando era niño”.
Los adultos somos imbéciles, con
perdón de la palabra. Siempre estamos yendo de acá para allá, con prisas y sin
disfrutar del momento. ¿Cuándo fue la última vez que reíste a carcajadas? ¿O
que cogiste un par de bolis y te pusiste a pelear con ellos como si fueran dos
pequeñas espadas? Deberías probarlo, es muy divertido.
Crecer no significa deshacernos
del niño que fuimos. Ese es el paso que solemos olvidar y es el más doloroso de
nuestra vida de adulto. Crecer es saber distinguir entre el juego y la
responsabilidad. Allí fuera hay problemas muy serios que debemos enfrentarnos.
Pero hoy es un día de paz y no parece que haya ningún malvado enemigo acechando
bajo la cama.
A esta combinación entre el hombre y el niño, Nietzsche la bautizó “el Superhombre”. ¿Queréis saber cómo se llega a ella? No es tan difícil como parece. Basta con empezar hablando de una serie de dibujos animados de monstruitos que digievolucionan para terminar tratando conceptos filosóficos. Es importante que grites durante el proceso.
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