Dos eran las clases que capitanes piratas que abundaban por
los mares de Azäir: Los que usaban las botellas para beber el preciado ron y
los que las usaban para construir pequeñas maquetas de barcos en su interior. El
Capitán Tristán, llamaba a estos capitanes como Perecederos y Perezosos
respectivamente. Los primeros no hacían otra cosa que beber y, al terminar de
ingerir todo el alcohol que cabía en sus hígados, se quedaban con la botella
vacía en sus manos, la cual echaban al mar como si fuera basura. Los
Perecederos, como su propio nombre indicaba, no duraban mucho tiempo
capitaneando un navío. Motines, asedios y alguna que otra muerte por
intoxicación, eran los causantes de la corta de vida de los Perecederos. Muy
distintos a éstos eran los Perezosos, capitanes de barco algo más inteligentes
pero vagos a lo que imaginación se refería. Sí, se necesitaba una gran
paciencia para construir con pequeñas piezas una maqueta igual al barco que
capitaneasen, pero aquello, para el Capitán Tristán, no era para nada admirable
sino conseguían dar un mayor potencial a sus habilidades. Los Perezosos se
quedaban en barcos, no hacían otra cosa más que barcos en una botella. Eran
unos débiles y unos inútiles. Hacer lo que todo el mundo hacía no servía de
nada. Ya fuera en la construcción de maquetas o en su propia tripulación, los
capitanes Perezosos no tenían el ímpetu necesario para luchar para convertirse
en algo más de lo que eran.
El Capitán Tristán no era uno estúpido capitán Perecedero ni
tampoco un débil Perezoso, él estaba por encima de todos ellos. En las botellas
de cristal que con tanto interés guardaba no había ron ni tampoco maquetas de
barcos, había islas. Todo empezaba haciendo un pequeño montículo de tierra, luego
el agua de forma que cubriese solo la mitad del pequeño islote y, para acabar,
llena la isla con maquetas de ciudades.
Era un buen constructor de maquetas, al igual que también
era un muy buen capitán. Ningún otro navío podía igualar la fuerza de los
cañones del Esqueleto de Ébano. Decenas de pendones se habían rendido a los
pies del Capitán Tristán y los almacenes del Esqueleto de Ébano estaban
repletos de cofres llenos de oro y joyas. Tenía todo y aun así él quería más.
Pues ni era un Perezoso que se conformaba con lo que tenía ni un Perecedero que
pronto fracasaba en sus hazañas.
Aquel día el Capitán Tristán bebía la que sería su última
botella de ron mientras pensaba en la isla que iba a construir en cuando ésta
se vaciase. Sobre su mesa tenía una nota que un cobarde marinero de su tripulación
le había dejado. “Destrozaremos lo que más quieres arrogante bellaco.” ¿Un
motín? La simple idea le hizo estallar en una amplia carcajada. Esos malditos
marineros estarían muertos de no ser por él. Todo cuanto les había exigido a
esos estúpidos había sido por ellos. ¿O acaso no era verdad que todavía no
habían perdido ninguno de los muchos asedios el Capitán Tristán lideró?
Pasaron unas horas hasta que los marineros encontraron el
cadáver de su Capitán tendido sobre el escritorio de su camarote mientras
sostenía una de sus islas embotelladas. Lo habían envenenado.
Me gustó la temática pirata y la buenísima frase final. Con ella le das un cierre redondo a la historia. Suerte en el concurso.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras Alejandro, para mí es todo un honor que te haya gustado. ¡Un abrazo!
EliminarOriginal visión del mundo de los piratas. Muy bueno, Joel.
ResponderEliminarAbrazo!!!
Un abrazo para ti también Mª Jesús y muchas gracias, comentarios como el suyo me hacen muchísima ilusión.
EliminarBueno, ya he aprendido algo más sobre piratas, jajajaja. Y es que bien podía haber sido cierto todo lo que narras.
ResponderEliminarSuerte en el concurso, Joel.
Y un abrazote.
O.O Me alegra mucho que pienses que mi "historieta" pudiera haber pasado en la realidad. Yo también lo pensé cuando se me ocurrió la idea jajajaja. Muchas gracias por todo y una abrazote para ti también :D
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